La sociedad italiana, defraudada producto de las escasas
compensaciones territoriales obtenidas en el Tratado de Versalles,
comenzó a dar un importante apoyó político al partido Fascista dirigido
por Mussolini. Sus partidarios lo proclamaron “Il Duce” (el líder), el encargado de liderar el régimen que permitiría la recuperación de Italia.
Una vez en el poder, los fascistas se encargaron de organizar un
gobierno de tipo totalitario, con un marcado carácter nacionalista y de
exaltación de su líder, del cual podían formar parte solo los elegidos,
por lo tanto eran críticos del sistema democrático. Desde un punto de
vista económico, el régimen fascista estableció un estado de tipo
Corporativo y de promoción de obras públicas.
Las mayores
consecuencias del Estado Fascista se encuentran en su política exterior,
ya que esta se basó en un marcado expansionismo asociado a la
militarización de la sociedad. Italia conquistó Etiopía en África y
Albania en Europa, rompiendo las disposiciones de la Sociedad de las
Naciones. Estos hechos serán, entre otros, determinantes para el
estallido de la Segunda Guerra Mundial.
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